Regenerando la empresa 2: La ética empresarial

Cada vez más soy un convencido de que la ética en las empresas como tal no existe, sino que es la ética de las personas que la integran la que define una ética empresarial. Es cierto que las organizaciones están fundadas por emprendedores y que los valores de esas personas influyen en la ética de la organización, pero los líderes que las dirigen, los gerentes que la gestionan y los operarios que la trabajan son los que al final dan a una organización el sabor de ser más o menos ética.

Por un lado podemos y debemos discutir sobre si las misiones y los valores de las empresas son acertados, dignos o éticos. Analizamos si esa misión está planteada con la consciencia de solucionar un problema social, satisfacer una necesidad general, o la voluntad de mejorar la calidad de vida a través del bienestar común; o si por el contrario esa misión plantea un objetivo individual y egoísta, el poder sobre los demás, o un beneficio de unos pocos a costa de la pérdidas del resto.

El problema actual es que culturalmente se ha potenciado el egoísmo desenfrenado y/o se ha  generalizado los emprendimientos especuladores, que tienen como único objetivo rentabilizar una inversión. Sólo algunos han ganado mucho dinero y muy rápido. El dinero si se gana mucho es a costa de engañar o empobrecer a alguien. Incluso en las Escuelas de Negocios casi sólo se piensa en ese aspecto. Cuando mis alumnos del MBA en la clase de marketing exponen sus proyectos, el 80% se enfocan a un negocio especulativo, y yo les pregunto a continuación: ¿a quién vas a robar?, ¿con qué los vas a engañar y cómo?

Es hora de afrontar los negocios de manera más honrada, ser serios y no tratar de engañar a nadie. ¿Quiere empezar un emprendimiento ético?, entonces ¿qué problema social va a solucionar?, o ¿qué necesidad para la mejora y el bienestar de todos va a satisfacer? También se puede obtener un beneficio personal siendo ético.

A parte de ir regenerando el sentido de la empresa a través de los nuevos emprendimientos, como moralmente no pueden competir empresas irresponsables en igualdad de condiciones con empresas éticas y comprometidas con el bien común, debemos empezar a cambiar las reglas de medición del éxito empresarial a través de implementar sistemas que midan aspectos éticos, pues el sentimiento social de justicia es el principio de la moral. Para ello actualmente empiezan a aflorar diferentes teorías económicas como La Economía del Bien Común  de Christian Felber, que pienso que nos puede ayudar y mucho a compensar esta desviación cultural.

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Por otro lado, el sentido ético en una empresa también se relaciona con que todos sus empleados compartan los valores de la misma, para ello es esencial que esos valores sean explícitos y compartidos para generar sentimientos de pertenencia y que generen una cultura sana. No es muy ético entrar a trabajar a una empresa con la que no se comparten sus valores, tampoco es muy aconsejable seleccionar personas que no concuerdan con los valores.

Por último comentaré el sentido ético de coherencia entre los valores comunicados y los comportamientos observados. Cuando una empresa tiene unos valores explicitados, estos deben de corresponder con el comportamiento de sus líderes pues muchas veces no hay concordancia.

Los trabajadores de una empresa, aparte de lo que escuchan de sus líderes, prestan más atención a lo que los líderes miden y controlan con regularidad; cómo reaccionan ante incidentes críticos o crisis; cómo buscan y consiguen recursos; cómo seleccionan,  promueven y despiden a una persona; y sobre todo como recompensan o reconocen a las personas. Estos comportamientos definen en sí la ética de una empresa.  Como decía Maruja Torres en uno de sus artículos referente a la motivación de los empleados: “Lo único que motiva es ver que el trabajo bien hecho se aprecia y se recompensa; y que quienes meten la pata repetida e intencionalmente son penalizados”.

Finalizo con un pensamiento de Ayn Rand que creo se puede aplicar a cualquier organización social: “Cuando te das cuenta que el dinero es para quien negocia, no con bienes sino con favores, cuando te das cuenta que muchos son ricos por soborno e influencia, más que por el trabajo, y que las leyes no nos protegen de ellos, más por el contrario, son ellos los que están protegidos. Cuando te das cuenta que la corrupción es recompensada y la honestidad se convierte en auto-sacrificio. Entonces podrías afirmar que tu sociedad está condenada”.

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