El liderazgo 1: un ejercicio compartido

¿Qué es ser un buen líder? ¿Cuál es la imagen que tenemos de un líder? Siempre que pensamos en ello, imaginamos a alguien que guía y protege a sus seguidores, pero esta es una imagen de otros tiempos. Lo que hemos de analizar en realidad es ¿qué significa liderar?, ¿con que relacionamos el liderazgo? La respuesta a esta pregunta la respondo siempre de la misma manera: con un cambio de cultura, con romper el “estatus quo” imperante,  con dejar huella con un nuevo valor como legado.

Este ejercicio no es simple de hacer por una sola persona, por lo que he ido cambiando mi idea de un líder único hacia un liderazgo participado, un liderazgo compartido. Para reforzar esta idea es importante analizar cómo se han producido los grandes liderazgos que nos han dejado de verdad una evolución cultural. No podemos pensar ya en quién es el líder,  ya no podemos hablar del líder como una persona determinada, hemos de hablar del liderazgo cómo un ejercicio de evolución que todos podemos actuar.

¿Cómo se ejecuta entonces el liderazgo? Estoy 25 años de mi vida profesional observando lo que hacen los líderes de equipos, analizando prácticas de liderazgo eficaces, que es lo que hacen para crear impacto en su mundo. Llegué a la conclusión de que los cambios culturales sólo se pueden hacer si hay una visión desafiadora, si esa visión es entendida y compartida por los demás y si la ejecución del cambio se hace de manera valiente y transparente.

Cada una de estas tres definiciones implica una dimensión diferente del liderazgo, no es común que se unan las dotes y habilidades para el ejercicio e estas tres dimensiones en una sola persona, es por eso que defino que para conseguir liderar una situación es necesario muchas veces compartir este ejercicio entre varias personas.

La primera dimensión, la de crear la visión, implica ver más allá, anticipar el próximo cambio y convertirlo en un desafío para el grupo. El talento para ejercer esta tarea se desarrolla con la observación y la reflexión, y se sostiene en unos valores personales consolidados y fuertes. Atreverse a declararlo es lo más difícil, pues la declaración del desafío sienta un malestar al romper la estabilidad y las expectativas del grupo.

La segunda se relaciona con el reto de saber cómo integro a los demás e influyo en sus valores. Implica tener aliados, pero implica también  saber trabajar con opuestos, con personas que opinan diferente que en principio son enemigos del cambio. Lo difícil de esta dimensión es aprender a trabajar la diversidad, tener una red de colaboradores con diferentes personalidades pero integrada en la misma visión. Lo importante y el verdadero talento para ejecutar esta dimensión es saber convertir a los enemigos en colaboradores.

Por último, el ejercicio de la implementación del cambio sólo se producirá si se es lo suficientemente valiente para promover que se abandone lo que se hacía hasta ahora y tomar riesgos para hacer las cosas diferentes sin saber el resultado. Esta dimensión requiere de un talento especial para contener la tensión producida por hacer un trabajo sin la experiencia anterior, de motivar hacia una ejecución donde la transparencia en los resultados y errores estén bien gestionados.

Señalo aquí como cierre de esta primera reflexión acerca del liderazgo, que cuando defino que el liderazgo es algo participativo, no lo estoy diciendo como concepto absoluto, la toma de decisiones colegiadas puede volverse un camino tortuoso y desmotivante si se encauza en la peligrosa corriente de la sobre-participación.

Metodologia

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